Confesión #3652:
"Hoy te vi en el metro tobalaba, en la sección que une la Línea 1 con la Línea 4. Yo salí desde la Línea 4 en busca del famoso piano ubicado en algún sector de la estación. Lo encontré, había una señora tocando por lo que me detuve a apreciar la música. Parecía un momento cualquiera. Un piano, un(a) pianista tocando, mostrando sus dotes artístico frente a un público de variada índole. Pero apareciste tú, te detuviste, contemplaste la música, y poco a poco te fuiste acercando más a ese bello instrumento. Te posicionaste en la parte trasera, como bien sabías (según parece), ahí se escuchan mejores los sonidos que de él se emanan. De a poco te fuiste agachando, hasta sentarte en el piso, con una oreja apuntando hacia la parte trasera del susodicho instrumento. No te contuviste, empezaste a acariciarle disimuladamente y a sentir los armónicos sonidos que él producía, yo te miraba con admiración, en tu lugar hubiese hecho lo mismo, sentirse uno con el instrumento, eso convierte a una persona en músico, y estoy más que seguro que entiendes nuestro sentimiento… Fui y me puse al otro extremo del piano, también en la parte trasera, para escuchar mejor, y estar a tu lado. Nuestras miradas se encontraban sin buscarse, pero a sabiendas de su inminente destino, tu sonrisa dibujó su homólogo en mi rostro. Nos miramos un instante, nos sonrojamos y dimos vuelta el rostro. Yo me moví de regreso a mi posición original, para ver como la dama interpretaba una de las famosas canciones de Amelie, mientras tú me mirabas con tus ojos cafés y regresabas la mirada al vacío, pensando quién sabe qué…
Cuando terminó la pieza, y empezó una del repertorio clásico me dirigí otra vez a la parte posterior, a tu lado. Nuevamente intercambio de miradas. Al cabo de unos minutos miraste la hora en tu celular, te levantaste insegura, te diste vuelta y me miraste a los ojos por última vez, tímidamente tus labios dijeron un “Chao”, pero mi corazón lo sintió como un “hasta luego”… "
